viernes, 3 de febrero de 2012

Sophie.

Desperté asustada como ya era rutina en casi todas las noches desde que volví a Londres. Mis demonios del pasado habían conjurado una pesadilla de estilo veneciana que no quería recordar, perdida en una calle llena de gente pidiendo ayuda y nadie me oye. Era otra velada en la que la soledad no ayudaba a conocerse a una misma. El miedo arañaba mi garganta y se me formó un nudo del que no podía escapar y no pude contener las lágrimas. El miedo a estar sola otra noche más. Sin Marck. Sin despertarme cada mañana apoyada en su brazo y sin usar como pijama una camiseta vieja suya. Echaba de menos las mañanas que salíamos con la moto buscando pueblos con playa hasta volver al anochecer al mundo real de la ruidosa ciudad sonriendo con arena en los zapatos. Pero Marck se había ido. Rumbo a su futuro en Londres y yo tras él, perteneciendo a un pasado cada vez más lejano. Lo sabía, a cada segundo me daba cuenta pero es demasiado tarde, el amor es la peor droga inventada.

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