sábado, 11 de febrero de 2012

Lies. Lies. Lies.

Mentiras. Hay tantos tipos de mentiras. Están las mentiras piadosas, esas que dices para no hacer daño. Las mentiras por orgullo, por lealtad, incluso existen las mentiras por amor, cuando queremos llegar a la altura de sus pies o cuando necesitamos mentir para ser un poco más egoístas teniéndote una noche más en mi mente y en mi almohada. El mundo convive tranquilo con esas mentiras, es más, el mundo es mundo gracias a esas mentiras. Pero existen otras peores, esas que salen de lo más profundo de tu cabeza y que destruyen el corazón segundo a segundo. Son aquellas frías y calculadas, nacidas únicamente para hacer daño. Mentiras oscuras que se esconden tras una sonrisa. Esas que te mienten a tí misma como cuando dices ''Sí, estoy bien'' y en realidad sólo eres un montón de escombros de lo que tú realmente eres. Y cuando te das cuenta que una de esas mentiras te ha consumido, es demasiado tarde. El resto del mundo es ciego y sordo y ya no puedes pedir ayuda. Miéntete todo lo que quieras pero seguramente habrá alguien a quien no puedas engañar.

6.

Las semanas pasaban y la rutina se convirtió en mi mejor amiga. Sophie era la mejor caja de sorpresas que un niño podía comprar. Cada mañana aparecía con una historia nueva que contarme, una trastada que hacer y un secreto en los labios. Hablaba muchísimo de su antigua vida en España, de sus sueños de viajar por todo el mundo, pero sabía que siempre dejaba su historia a medias. Más de una vez la encontré mirando por la ventana en busca de alguien, pero como ella siempre me contestaba cada vez que le preguntaba por ello me decía sonriendo ''Que voy a buscar Dev, eres la única persona en Londres que conozco que realmente merezca la pena.'' Y ahí acababa esa conversación. Yo sonreía y ella se hacía la atareada limpiando las mesas. Creo que Sophie necesitaba que me lo creyera pero en realidad era una mala actriz, pero sabía en qué momento debía callarme y hacer como que nada pasaba.
Quería descubir a esa pequeña chica que se escondía tras una inservible máscara de la que parecía imposible escapar

viernes, 3 de febrero de 2012

Sophie.

Desperté asustada como ya era rutina en casi todas las noches desde que volví a Londres. Mis demonios del pasado habían conjurado una pesadilla de estilo veneciana que no quería recordar, perdida en una calle llena de gente pidiendo ayuda y nadie me oye. Era otra velada en la que la soledad no ayudaba a conocerse a una misma. El miedo arañaba mi garganta y se me formó un nudo del que no podía escapar y no pude contener las lágrimas. El miedo a estar sola otra noche más. Sin Marck. Sin despertarme cada mañana apoyada en su brazo y sin usar como pijama una camiseta vieja suya. Echaba de menos las mañanas que salíamos con la moto buscando pueblos con playa hasta volver al anochecer al mundo real de la ruidosa ciudad sonriendo con arena en los zapatos. Pero Marck se había ido. Rumbo a su futuro en Londres y yo tras él, perteneciendo a un pasado cada vez más lejano. Lo sabía, a cada segundo me daba cuenta pero es demasiado tarde, el amor es la peor droga inventada.